A veces podemos ver en películas de batallas antiguas, como el general las observa desde una colina al lado de sus ayudantes.
Y lo primero que se nos puede pasar por la cabeza es que la razón principal es que desde la colina no existe el riesgo de ser muerto o herido.
La verdad es que la razón principal de ello no es evitar el riesgo, si no la única forma real de poder dirigir la contienda, ya que solo desde esta perspectiva podían ordenar los movimientos precisos para hacer posible la consecución del éxito.
Desde el campo de batalla se puede animar mejor a los soldados e infundirles valor, pero toda la atención se tiene que centrar en defenderse de las lanzas, espadas y demás ataques sin apenas ninguna visión estratégica de cual es la situación real ni la posibilidad de poder dar las ordenes precisas que puedan llevar a la victoria.
De la misma manera, en una empresa, la mayoría de dirigentes, y en empresas medianas y pequeñas más, acostumbran a moverse en el campo de batalla en su día a día.
Esto ocurre en la mayoría de los casos y no es un síntoma preocupante pero si que significa una seria dificultad en lo que podríamos definir como la ausencia de estrategia y táctica de la empresa de cara a su futuro.
En estos casos, los cuadros de mando vienen a paliar este déficit de una forma considerable y son un primer paso para dejar poco a poco de dirigir la empresa mirando hacia atrás y empezar a hacerlo mirando hacia delante.
“Una empresa solo puede ser entendida mirando hacia atrás y dirigida mirando hacia delante”
Por todo ello es imprescindible en la implantación de “cuadros de mando” conocer los motivos principales que definen los objetivos de la empresa más allá de una forma de conseguir los ingresos necesarios para sus propietarios, dirigentes y trabajadores.
Los cuadros de mando serán ventanas permanentemente abiertas y tan actualizadas como se desee a la evolución del negocio y a la consecución de los objetivos que se marcan.
Será como dirigir desde la colina.