Algo que siempre estuvo entre nosotros, eso que siempre hemos necesitado. Desde tiempos remotos hasta nuestros días. Quizás ahora le demos más importancia, o menos, por tener y poder disfrutar de esas herramientas tecnológicas que nos han puesto al alcance de la mano, pero siempre el ser humano precisó de la comunicación. Desde el corre-ve-y-dile al pregonero, llegando hasta nuestros días a través de medios como Facebook o Twitter, o dispositivos como el iPad o el iPhone, comunicar fue vital y continúa siendo necesario para el ser humano.
Hoy desde nuestros despachos, salones, medios de transporte, desde cualquier punto del planeta estamos comunicados sabiendo en un momento del qué y porqué de las cosas. Pero, ¿realmente estamos bien informados? ¿Cuánta veracidad existe en esa información que absorbemos? ¿Realmente que es lo más importante, cantidad o calidad?
La neutralidad, imparcialidad y objetividad tendrían que ser las fuentes de donde bebiese todo comunicador, dependiendo de sus necesidades o de a quienes representen.
En ocasiones, una información banal daña y destruye a corto o largo plazo, pero en esta inmensa red el peligro que se cierne sobre nosotros es oceánico.
En efecto, en ciertas ocasiones, cuando se ve el fino humo de una información, nos lanzamos tras ese destello de gloria. Condenamos de ante mano al ladrón, ensalzamos las grandezas o las miserias según convenga, de ese pobre alguien que la actualidad o la moda le marcó con su dedo. Creamos tiranos o héroes, destruimos y vendemos mil almas. Y todo por seguir el olor a humo de una noticia, que sin indagar en la raíz o en los hechos y fundamentos que la creó.
Por eso recobraremos el instinto, iremos mas allá. Y ante esta pluma de teclas, seremos sinceros. Siendo la necesidad del cliente, la claridad pensando en el lector, con calidad, sin alimentar esa paja mojada porque así lo marque el mercado o los tsunamis con carencias informativas. Desechemos esos laberintos confusos porque con ello evitaros éxitos efímeros, estos éxitos caducos de la mala información.
Por eso utilicemos las herramientas tecnológicas, con sentido y sensatez, pensando a quienes llegarán nuestros artículos, comentarios y opiniones en este inmenso mar de información que se abre día a día ante nosotros.
Quiero que el día de mañana y hoy mismo, las palabras que tecleamos sean claras y sin confusiones.
Olvidémonos de nosotros mismos y pensemos en el lector y así sabremos llegar a ellos, sin paños fríos o medias mentiras. Porque aunque sea difícil digerir, la verdad es siempre más divertida. Y así con ello, al abrir nuestros ordenadores o herramientas de información, tendremos la grata satisfacción de estar bien informados, sea cual sea el impacto de la noticia o su peso social.
Por ejemplo, cuántos disparos de información recibimos durante el drama de Fukushima. Algunas fuentes nos saturaron con crónicas más negras. Y otras nos mostraban imágenes y entrevistas de japoneses más tranquilos que nunca. La falta de matices no permite valorar la información y hace de los medios unos tertulianos de prensa rosa o amarilla.
Por eso debemos ser dignos embajadores de estas nuevas tecnologías, comuniquemos sabiendo comunicar; Porque todo buen comunicador será la esencia, los ojos y oídos, de la empresa a la que represente, tanto como a aquellos lectores que busquen veracidad.
Eire Girona, Social Media Consultant en IOMarketing